domingo, 26 de abril de 2015

MIL VECES


Mil veces,siempre lo mismo.


Sola  aquí con mi tecnología: 
mil veces bajo a las llamas; 
esa pura y  conocida agonía. 
Mas mil y una más las apago 
con silbidos entonados
que recuerdan melodías.  




Maldita seas, espiral de emociones, de la  que siempre me  he creído enemiga. Ahora, bah, me agarro a ti para sentirme viva; y alejarme a remo lento de  la tierra firme, tierra putrefacta de falsedades e hipocresías. Malditas seáis, amigas ilusiones; me hacéis mucho mal.

Me aferro al remo. Me quemo. Me  alejo de todos.Ya no puedo más. A mi paraíso de sueños y pensamientos mágicos me dirijo. Lloro sola – sé que no es el camino a seguir, pero no hay tiempo para el odio. No hay fuerzas para otros recursos, no para palabras, no para rastrojos ni escombros que sirvan de excusa. El abandono y yo ahora somos uno. Vamos a la deriva, mi enfermedad y yo. Mejor así. Mejor solos. Sin molestar...

¡Basta! – me grito al oído. Vuelvo a abrir mis ojos hinchados  tintados de negros del rímmel de ayer. Mil y una vez despierto  de las profundidades, aunque  demasiado tarde, perdiendo la piel y las uñas en la escalada hacia la claridad. Llorando, aullando cual loba herida. Demasiado tarde, demasiadas horas a la basura, demasiada historia perdida… ¿Quién me devuelve ese trozo de mi vida?

Mil veces caí en las tentaciones de la irracionalidad, la auto tortura y sabotaje. Me envuelvo en mi no tan gruesa capa protectora cuando atacan. Porque ,¡oh…atacan…! Lo escucho, lo leo, lo noto. ¿Por qué?¿Por qué atacan? ¿Por qué no empatizamos? ¿Acaso no somos conscientes del potencial daño que hacemos?

Sólo quiero lo que deseas tú: respirar paz. Pero cristales caen por doquier, y me siento desprotegida ante la ácida lluvia de realidad sobre mi piel, que me abrasa de nuevo. Gotas de hostilidad corren por mi frente. Voces puntiagudas caen sin dirección pero se clavan en mí, desgarrándome las entrañas. Críticas, juicios, opiniones que se convierten en un malestar que no sé - nunca he sabido- gestionar.


Mil y una vez he salido de remolinos peores, y supongo – y espero- que esta ocasión no sea diferente. 

Verónica E R 

domingo, 29 de marzo de 2015

Auto-sabotaje

             Auto-sabotaje

No entiendo nada. Aunque en el camino tambaleaba, me dirigía al norte. Hoy siento de nuevo las heridas de mi propio abandono. Me flagelo con el látigo de las mil y una excusas para no hacer lo que debo hacer. He buscado de nuevo la correa de castigo.

Lo hice simplemente por ser como soy, por ser quien soy. La había escondido en el baúl de la vida normal y tranquila. La había metido dentro de una cajita que ponía “no abrir”. Pero la abrí sin pensar, y con manos temblorosas empecé a golpearme insultos. ¡Oh, auto-sabotaje, bienvenido no seas…!

Yo: Eres incapaz de encajar. Tu impulsividad y dejadez te ha llevado a esta soledad de la que continuamente te lamentas. Es tu culpa que no eres ni tienes nada.

Yo: No hables de culpa, te han traído aquí. Y aunque ya no importa, puesto que eres tú la que  has de salir de la oscuridad, hay demasiados “tus” que te indican, te apuntan con el dedo, te salpican. Tu piel, mi piel no es lo suficientemente gruesa. No lo soporto, no puedo, no sé, me duele vivir…

Tú: No digas eso. Vales mucho, no te das cuenta. Cuando lo veas tendrás paz. Además, lo estás haciendo muy bien. ¿Acaso no lo ves?

Tú: ¿Qué trastorno? Piensas demasiado en todo. No tienes ninguna enfermedad. Eres sólo una niña mimada. Crece ya y deja de quejarte por todo.

Yo: Tienes razón. Tenemos razón. No hay nadie a quien culpar más que a mí misma. Mi látigo es mi mejor amigo. Lo necesito para ponerme en mi lugar.

Tú: ¡No! Estás siendo arrastrada de nuevo por tus malas consejeras.


Sigo sin entender nada. Tambaleo y caigo. Y a pesar de que me levanto mil veces, mil veces también me auto perjudico. ¿Cuánto tiempo aguantaré en la cuerda floja?¿Cuándo dejaré de buscar mis armas de autodestrucción?

Verónica E R