domingo, 29 de marzo de 2015

Auto-sabotaje

             Auto-sabotaje

No entiendo nada. Aunque en el camino tambaleaba, me dirigía al norte. Hoy siento de nuevo las heridas de mi propio abandono. Me flagelo con el látigo de las mil y una excusas para no hacer lo que debo hacer. He buscado de nuevo la correa de castigo.

Lo hice simplemente por ser como soy, por ser quien soy. La había escondido en el baúl de la vida normal y tranquila. La había metido dentro de una cajita que ponía “no abrir”. Pero la abrí sin pensar, y con manos temblorosas empecé a golpearme insultos. ¡Oh, auto-sabotaje, bienvenido no seas…!

Yo: Eres incapaz de encajar. Tu impulsividad y dejadez te ha llevado a esta soledad de la que continuamente te lamentas. Es tu culpa que no eres ni tienes nada.

Yo: No hables de culpa, te han traído aquí. Y aunque ya no importa, puesto que eres tú la que  has de salir de la oscuridad, hay demasiados “tus” que te indican, te apuntan con el dedo, te salpican. Tu piel, mi piel no es lo suficientemente gruesa. No lo soporto, no puedo, no sé, me duele vivir…

Tú: No digas eso. Vales mucho, no te das cuenta. Cuando lo veas tendrás paz. Además, lo estás haciendo muy bien. ¿Acaso no lo ves?

Tú: ¿Qué trastorno? Piensas demasiado en todo. No tienes ninguna enfermedad. Eres sólo una niña mimada. Crece ya y deja de quejarte por todo.

Yo: Tienes razón. Tenemos razón. No hay nadie a quien culpar más que a mí misma. Mi látigo es mi mejor amigo. Lo necesito para ponerme en mi lugar.

Tú: ¡No! Estás siendo arrastrada de nuevo por tus malas consejeras.


Sigo sin entender nada. Tambaleo y caigo. Y a pesar de que me levanto mil veces, mil veces también me auto perjudico. ¿Cuánto tiempo aguantaré en la cuerda floja?¿Cuándo dejaré de buscar mis armas de autodestrucción?

Verónica E R