Mil veces,siempre lo mismo.
Sola aquí con mi tecnología:
mil veces bajo a las llamas;
esa pura y conocida agonía.
Mas mil y una más las apago
con silbidos entonados
que recuerdan melodías.
Maldita seas, espiral de
emociones, de la que siempre me he creído enemiga. Ahora, bah, me agarro a ti
para sentirme viva; y alejarme a remo lento de la tierra firme, tierra putrefacta de falsedades e hipocresías. Malditas seáis, amigas ilusiones; me hacéis mucho mal.
Me aferro al remo. Me quemo. Me alejo
de todos.Ya no puedo más. A mi paraíso de
sueños y pensamientos mágicos me dirijo. Lloro sola – sé que no es el camino a
seguir, pero no hay tiempo para el odio. No hay fuerzas para otros recursos, no
para palabras, no para rastrojos ni escombros que sirvan de excusa. El abandono y yo ahora somos uno. Vamos a la deriva, mi enfermedad y
yo. Mejor así. Mejor solos. Sin molestar...
¡Basta! – me grito al oído. Vuelvo a abrir mis
ojos hinchados tintados de negros del rímmel
de ayer. Mil y una vez despierto de las
profundidades, aunque demasiado tarde, perdiendo la piel y las uñas en la escalada hacia la claridad. Llorando, aullando
cual loba herida. Demasiado tarde, demasiadas horas a la basura, demasiada historia perdida… ¿Quién me devuelve ese trozo de mi vida?
Mil veces caí en las tentaciones de la irracionalidad, la auto tortura y
sabotaje. Me envuelvo en mi no tan gruesa capa protectora cuando atacan. Porque
,¡oh…atacan…! Lo escucho, lo leo, lo noto. ¿Por qué?¿Por qué atacan? ¿Por qué no empatizamos?
¿Acaso no somos conscientes del potencial daño que hacemos?
Sólo quiero lo que deseas tú: respirar paz. Pero cristales caen por
doquier, y me siento desprotegida ante la ácida lluvia de realidad sobre mi piel, que me abrasa de nuevo. Gotas
de hostilidad corren por mi frente. Voces puntiagudas caen sin dirección pero se clavan en mí, desgarrándome las
entrañas. Críticas, juicios, opiniones que se convierten en un malestar que no
sé - nunca he sabido- gestionar.
Mil y una vez he salido de remolinos peores, y supongo – y espero- que esta ocasión no sea diferente.
Verónica E R