Sentado en
el sofá con los codos apoyados en las rodillas, David se mira su mano derecha. Intenta
cerrarla pero está demasiado hinchada. La peor parte se la ha llevado el nudillo del
dedo corazón, tiene una herida que llega casi al dedo índice, que no deja de
sangrar.
Levanta el codo y deja la mano gotear, mira casi hipnótico las gotas espesas
caer al suelo. Siente pena pero también odio hacia él mismo a esas horas de la
noche, de la madrugada. Quiere odiarse más, quiere castigarse más. Mira a su alrededor
y ve el desastre que ha hecho en el salón. Eso ayuda…. ahora siente asco.
Botellas de
cerveza por el suelo, algunas sólo se presumen pues están hecha añicos. Puertas
rotas, ventanas sin cristales. Color rojo oscuro por las paredes del bonito
piso que se suponía iba a ser su retirada de lo “malo”, su oasis de
tranquilidad, fuera del área oscura; un
nuevo comienzo. David no entiende nada, “Esta
situación cada vez es peor, soy incapaz de salir de este pozo. Incapaz de nada.
Sólo soy capaz de desajustar mi vida y la de lo demás. Entonces, ¿ para qué seguir?.“
Coge el
teléfono móvil, la pantalla borrosa por la sangre seca acumulada. No sabe a
quién llamar, a quien acudir a estas horas. “Mierda
de todo, mierda de vida”. Haciendo eses llega hasta la nevera, coge una
nueva cerveza que destapa con los dientes, da un nuevo trago. Y otro más. Mira al frente, sin mirar a nada. Las venas de las sienes se le hinchan de nuevo, su corazón se
acelera, sus ojos se inundan, y su
corazón muere de pena… “¡No!, la pena no, ¡joder!”
Da un último trago y lanza la botella con líquido aun dentro contra la puerta
de un armario, para justo después ir a rematar la ya quebrada madera con su
puño dolorido. “No, no, nooo”. Una y
otra vez pega David la puerta con sus manos, con su cabeza, con su alma. Llora
por su impotencia, por ese dolor que no entiende, por esa furia que no encauza pero desea aniquilar. No quiere ser así. No
quiere David hacerse daño a él ni a los demás que están a su lado. No es David una
mala persona.
Su mente le
engaña, como tantas y tantas veces ha pasado.
- Demonios: “Ps, ps ¡Hey! David. Mira, lo que estás haciendo, chaval. A ti mismo, al piso, a tu familia, a tu novia. ¿No es mejor acabar de una
vez por todas?”
- David: “Pero es que yo...”
- Demonios: “Ni peros ni nada, sólo tienes que mirar tu vida, lo que has hecho. Cuánto
daño causas.”
- David: “Mentira, a mí me quieren y también yo soy capaz de amar. Puedo salir
de ésta. Tengo fe. TIENEN fe en mí… me queréis confundir.”
- Demonios: “jajaja ¡ILUSO!, Te confundes tú sólo. Dependes de mí para ser persona. Eres mi juguete, mi marioneta. Sin mí, sin la ira y el odio que te alimento no eres nada, NADA.”
David
vuelve a coger el teléfono. Su cabeza da
vueltas y apenas puede teclear las letras. Quiere decirle a su novia que lo
siente, que lo ha intentado pero que sus demonios le han ganado la batalla.