domingo, 15 de junio de 2014

BATALLA PERDIDA

Sentado en el sofá con los codos apoyados en las rodillas, David se mira su mano derecha. Intenta cerrarla pero está demasiado hinchada.  La peor parte se la ha llevado el nudillo del dedo corazón, tiene una herida que llega casi al dedo índice, que no deja de sangrar. 

Levanta el codo y deja la mano gotear, mira casi hipnótico las gotas espesas caer al suelo. Siente pena pero también odio hacia él mismo a esas horas de la noche, de la madrugada. Quiere odiarse más, quiere castigarse más. Mira a su alrededor y ve el desastre que ha hecho en el salón. Eso ayuda…. ahora siente asco.

Botellas de cerveza por el suelo, algunas sólo se presumen pues están hecha añicos. Puertas rotas, ventanas sin cristales. Color rojo oscuro por las paredes del bonito piso que se suponía iba a ser su retirada de lo “malo”, su oasis de tranquilidad, fuera del área  oscura; un nuevo comienzo. David no entiende nada, “Esta situación cada vez es peor, soy incapaz de salir de este pozo. Incapaz de nada. Sólo soy capaz de desajustar mi vida y la de lo demás.  Entonces, ¿ para qué seguir?.“

Coge el teléfono móvil, la pantalla borrosa por la sangre seca acumulada. No sabe a quién llamar, a quien acudir a estas horas. “Mierda de todo, mierda de vida”. Haciendo eses llega hasta la nevera, coge una nueva cerveza que destapa con los dientes, da un nuevo trago. Y otro más. Mira al frente, sin mirar a nada. Las venas de las sienes se le hinchan de nuevo, su corazón se acelera,  sus ojos se inundan, y su corazón muere de pena… “¡No!, la pena no, ¡joder!” Da un último trago y lanza la botella con líquido aun dentro contra la puerta de un armario, para justo después ir a rematar la ya quebrada madera con su puño dolorido. “No, no, nooo”. Una y otra vez pega David la puerta con sus manos, con su cabeza, con su alma. Llora por su impotencia, por ese dolor que no entiende, por esa furia que no encauza pero desea aniquilar. No quiere ser así. No quiere David hacerse daño a él ni a los demás que están a su lado. No es David una mala persona.

Su mente le engaña, como tantas y tantas veces ha pasado.

-   Demonios: “Ps, ps ¡Hey! David. Mira, lo que estás haciendo, chaval. A ti mismo, al piso, a tu familia, a tu novia. ¿No es mejor acabar de una vez por todas?”
-     David: “Pero es que yo...”
-    Demonios: “Ni peros ni nada, sólo tienes que mirar tu vida, lo que has hecho. Cuánto daño causas.”
-    David: “Mentira, a mí me quieren y también yo soy capaz de amar. Puedo salir de ésta. Tengo fe. TIENEN fe en mí… me queréis confundir.”
-    Demonios: “jajaja ¡ILUSO!, Te confundes tú sólo. Dependes de mí para ser persona. Eres mi juguete, mi marioneta. Sin mí, sin la ira y el odio que te alimento no eres nada, NADA.”

   David vuelve  a coger el teléfono. Su cabeza da vueltas y apenas puede teclear las letras. Quiere decirle a su novia que lo siente, que lo ha intentado pero que sus demonios le han ganado la batalla.

Manda el mensaje con las manos frías y la mirada perdida. Manda el mensaje convencido de que ha sido abandonado, y de que ni su novia, ni su familia, ni nadie en este mundo lo tomarán en serio por sus palabras mal escritas. Manda ese mensaje muy equivocado. David ha perdido la batalla. 


Verónica E R 

domingo, 8 de junio de 2014

Eternamente Incomprendidos

La eterna incomprendida por lo que digo o callo. Desagradecida por  que me quejo o por lo que anhelo. Debo empatizar y tragar… de un modo un poco dramático y exagerado, lo acepto, pero es así.



Vaga, perezosa, promiscua, torpe, “locares”… A los ojos de los “normales” soy o puedo ser muchas cosas menos una enferma mental. No cuadra un diagnóstico como el mío en mentes tan pequeñas como las que me encuentro en los tiempos que corren. Para algunos, creáis o no, si no tienes síndrome de down, esquizofrenia, autismo  o similar, no eres un enfermo mental.  

Cuando me dirijo a Salud Mental y presiono el botón de la QUINTA planta en el ascensor, hay aun quien me mira con recelo… Otras personas van al psicólogo con vergüenza. Es algo que se escapa a mi entendimiento. Llamadme ilusa. 

Cuesta. Cuesta mucho sobrellevar este trastorno, en gran parte por la GRAN INCOMPRENSIÓN a la que somos sometidos y el gran TABÚ que rodea el tema TRASTORNO LÍMITE, y otras enfermedades "que no se ven". 

Somos etiquetados, estigmatizados, torturados casi por no poder llevar el peso de la vida a nuestras espaldas. Ese peso que os pesa a todos, sí. Lo sé. Pero que os aseguro,  ahora que  sobrellevo bien mi enfermedad, ahora que me levanto por las mañanas y con mucho orgullo le puedo poner un cola cao a mis hijos y llevarlos al colegio; os digo - ahora-  que cuando uno se enferma y está mal, no se soporta ese peso tan sumamente asfixiante.

Hoy por hoy, con mucho esfuerzo por mi parte, de mi familia, de los grupos cerrados de Internet (compuesto por gente estupenda) y sobre todo de los maravillosos profesionales del centro de Salud Mental de Jerez, estoy muy estable y con proyectos de futuro. Quién me ha visto y quién me ve…

Desde esta estabilidad (mental….) os aseguro:

- A los borderline,  que SE PUEDE SOBRELLEVAR el trastorno. Curar o no curar, ese es otro debate. Pero es posible una vida normal.  

- A los familiares, que el apoyo es INDISPENSABLE. 

- A todos en general, este trastorno es real. No estamos intentando manipular a nadie ni llamar la atención. Créannos, los que más sufrimos somos nosotros: no nos compensaría. Un apunte, fijémonos en la gente de nuestro entorno. Quizá la próxima vez que veamos a una persona con cicatrices en los brazos pensemos diferente sobre él o ella. Quizá la próxima vez que advirtamos a un “borracho” tirado sucio por la calle  nos paremos a reflexionar que detrás no sólo hay una persona que no ha dado un palo al agua en su vida y “se merece lo que tiene”. A lo mejor hay más… Quizá cuando veamos a una chica extremadamente delgada no emitamos juicios sin pensar que muy seguramente también hay un problema mental y no el capricho de la extrema delgadez…

No intento ser más valiente que nadie, ni busco elogios (ya me los doy yo, no tengo más remedio). El comienzo de mi recuperación también coincide con el de este blog. Me consta que mis terapeutas me leen y me llena de orgullo que me animen a seguir, pues apoyan mi lucha de intentar lo imposible: que el TLP pueda ser mejor entendido de una forma menos médica tanto por pacientes como por “normales”.  

Verónica E R


domingo, 1 de junio de 2014

Castillos en el aire




Castillos. Castillos en el aire construimos de la nada. Arriba en lo alto perdidos flotan, se pierden, nos perdemos allí con ellos. Castillos de nube blanca tan enfermizos y débiles que con el aliento de palabras sinceras se derrumban por completo. Castillos peligrosamente caricaturizados, desde nuestra realidad, deformados pero bellos. Extremadamente altos, la caída al vacío podría ser fatal.

Pozos. Pozos profundos cavamos de la desesperanza. Abajo, cuando ya hemos caído en el abismo más denigrante, allí revolcamos nuestra estima. Pozos recónditos tan enfermizos y húmedos que ni la más cálida palabra de aliento nos logran sacar de allí. Pozos peligrosos y escondidos de los que muchos casi no hemos salido, y muchas más almas allí siguen en la eternidad.

Verónica E R.