Cansada de tirar de la cuerda que quema. Voy tirando y tirando de mí
misma y del santo perfil que me define como desquiciada. Tiro del dichoso
estigma que me señala con dedos de cristal roto. Me duele, no lo niego más.
Me
cuesta la pendiente inclinada de vértigo que subo a diario. Día tras día, minuto
a minuto. Me aplasto yo misma bajo este dilema de si soy mi diagnóstico o no. Me puede a veces esa idea. Me puede hoy…
Hoy tiro de esta absorbente cuerda sobre mi hombro con todas mis fuerzas
y acabo agotada de tanta risa falsa que llegan a mis oídos, tanta sátira, tanto
teatro. Hoy, señores, me caigo de rodillas, acabada. Y tengo ganas de hacerlo
de nuevo. De tirarlo todo por la borda, fruncir el ceño, tensar la cara y cerrar
puños. Mirar con ese odio del que tanto
se me han burlado. Señores, hoy quiero ser odiada. Y odiar también lo anhelo. Hacerlo
quiero con ganas; pero aquí, en vez, tecleo peleando con teclas que parecen
porcelanas -frágiles – en contraste con mi furia. Parece que me resisto a caer
del todo…
Cansada –sigo - de tanto odio
que no sé ni de dónde viene ni cómo encauzarlo a veces. Cansada, mucho lo estoy en
este momento que parece no acabar. Sin embargo aquí –repito – sigo. Sigo
resistiendo sin apenas poder ver letras de entre las gotas de mis ojos. Sin
apenas poder ver razones por las que salir adelante aun sabiendo que haberlas háylas.
Escuchando en mi cabeza voces (que no
son voces…) que me impulsan a lo ya conocido, que ahora tan dulce y cómodo me
resultaría: la evasión, la fuga. Quiero huir, señores. Hoy me siento muy borderline,
y quiero huir bajo las mantas de mi desarraigo. Pero aquí sigo…
Verónica E.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar