Este relato cuenta la
historia del Caballero Luna Parda.
Siendo aún muy niño, su
vocación como caballero era tajante y aprendió que, para sobrevivir como tal,
debía construirse una armadura lo suficientemente resistente para ganar
batallas y torneos. Soñaba día y noche con derribar a sus enemigos, anhelaba el
aplauso y admiración de los aldeanos, además de fantasear de vez en cuando con
el amor incondicional de alguna bella doncella de piel pálida que le entregara
su corazón, cuerpo y alma.
El aprendizaje como
caballero no fue fácil; el caballo que había heredado era rebelde. Lo tiraba al
suelo cuando él menos lo esperaba, y Caballero Luna Parda dañaba su armadura,
hería su cuerpo y consecuentemente desesperaba ante la impotencia de no saber
por dónde seguir. El dolor físico y mental era inmenso y llegaba a
desesperanzar. Así no ganaría los torneos que en su mente él mismo construía,
donde se apreciaba como real el retumbo del gentío en las gradas vociferando su
nombre y aplaudiendo efusivamente ante sus logros. Ese pensamiento lo mantenía
con fuerza y avanzando. La gloria.
Aunque desde muy joven, y a
causa de los contextos en los que se vio envuelto, aprendió artes y habilidades
diversas tales como la Alquimia, su deseo de aprender y mejorar, sin embargo,
le empujaba a encontrar la manera de convertir su armadura en Titanio, aquel
preciado e indestructible metal. Cayó, sangró, se partió en mil pedazos, y se
recompuso mil veces más como buenamente pudo. Buscó y buscó, hasta que al fin
halló la solución de su incógnita. No le agradaba mucho la idea al principio,
pero a estas alturas, y si quería triunfar en la profesión en la que tanta
vocación asumía, no tendría más remedio de pactar con “Los Oscuros” para
transformar su armadura en coraza de titanio.
Desesperado, aceptó a “Los
oscuros”, a cambio de nada. - ¿Qué raro…? . Se preguntó. –No me piden nada a cambio… . Pero Caballero Luna Parda seguía convencido,
enfocado en su objetivo de que nadie ni nada penetrara su coraza, y jamás
sentir dolor de nuevo.
Así pues, una mañana de
Febrero despertó bajo un almendro, sintiéndose más pesado de lo normal. – “No creo que sea buena idea volver a dormir
aquí, la tierra es muy húmeda, y se me
engarrota el cuerpo” , se dijo a sí mismo.
Pero al levantarse, bajar su
cabeza y mirar su torso, descubrió con asombro que al fin portaba la coraza de Titanio
que le habían prometido esos seres en aquella taberna, mientras Caballero Luna
Parda se encontraba bajo los efectos de sustancias tóxicas.
Tanto se acostumbró a su
nueva armadura pesada, que sus músculos fortalecieron, su mente se desanubló y
los ansiados éxitos profesionales llegaron casi de cien en cien. Ni apenas
tenía tiempo de pensar en la armadura; sólo sentía un extraño picor en el torso
y espalda. No le dio importancia, había logrado ser invencible, nadie jamás le
dañaría, ni siquiera su rebelde heredado caballo.
Pasaron días, semanas, meses
y años. Y Caballero Luna Parda era en verdad impenetrable. Torneos de aldeas
lejanas y cercanas eran suyos para conquistar. Pero la intranquilidad, el picor
en su piel aumentaba. Se auto-puso, como solía hacer a menudo, e intentó
ignorar esta vez sus instintos de
paz, amor y relajación que supondría quitarse aquella coraza , ya adherida a su
cicatrizado cuerpo . No lo consiguió.
Volvió a aquel almendro
donde, años atrás “Los Oscuros” habían pactado el trato con Caballero Luna
Parda. Le costaba dormir esta vez, estaba ansioso, se ahogaba y le costaba respirar.
Quería deshacerse del Titanio y no podía esperar más el momento en que podría
deshacer el trato.
Pero “Los Oscuros” no
aparecieron. Por el contrario, vio una figura de mujer que se acercaba a él
precipitadamente, con piel y vestido blancos.
La velocidad con la que se
acercaba le inquietó bastante, y se puso en guardia en seguida.
-Quién quiera que seas, soy
invencible, soy el más fuerte, no podrás conmigo”
- Tranquilo, Caballero Luna
Parda. Soy la Bruja Rosa Espinada, y practico
magia blanca. He venido en tu ayuda. Vengo a quitarte tu coraza con mi
amor, con mi dolor, mi sangre y mis espinas. Oí rumores sobre tu maldición.
“Maldición…..”- el caballero
se repitió ésta palabra varias veces en su mente. Todo cobraba sentido. Avergonzado,
bajó la cabeza y allí cayó en la cuenta Caballero Luna Parda que los pálidos y
desnudos pies de Bruja Rosa Espinada
estaban cubiertos de sangre que emanaba de las heridas causadas por unas rosas
a las que estaba atada.
Caballero Luna Parda no
sabía qué pensar. Sabía que sentía algo especial por aquellos ojos claros y
llenos de sacrificio, pero no sabía ya a estas alturas en quién confiar. “Maldición,
traición…” se repetía.
En silencio, durante unos
minutos, ambos callaron, ambos amaron. Poco a poco la coraza fue
desapareciendo. Caballero Luna Parda volvió a sentir a brisa, el aire e incluso
las osadas suaves manos de aquella bruja sobre su pecho. Los dos sonrieron... estaban
en paz. Pero “Los Oscuros” llegaron gritando y emanando odio por doquier.
Caballero Luna Parda
reaccionó al instante, y creyó que erraba al dejarse amar. La coraza de Titanio
reapareció, Bruja Rosa Espinada se esfumó como el humo, dejando tras de sí una
de las rosas blancas tintadas de sangre que la encadenaban. Olía a ella. Aún
recordaba aquel pelo suave perfumado que ondeaba el viento. Aquella rosa olía a
ella. A ella que lo quiso liberar del Titanio que lo opresaba y que, aunque le
hacía sentirse fuerte, le impedía apreciar caricias, besos y el calor de la
pasión. Ese pensamiento ahora le oprimía el pecho.
No obstante, Caballero Luna
Parda siguió su camino, exhausto por el peso del titanio, cansado por el peso
de la fuerza (oscura) que le proporcionaba, irritado por ser él e último
eslabón de la cadena de aprecios y favores. Muy de vez en cuando creía que
había salvado vidas, ayudado a seres y enfocado su fuerza en lo correcto. Hasta
que sus fuerzas menguaron, y sentándose junto al camino de albero, esperó con
la cabeza baja y labios sedientos la llegada de buitres, aun soñando con la
aparición de un nuevo milagro.
Verónica
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