domingo, 30 de marzo de 2014

En carne viva


Sin  piel.
Nacimos sin piel
O nos la arrancaron.
O ambas cosas.

"Las personas con trastorno límite de la personalidad son como personas con quemaduras por todo el cuerpo, que al mínimo roce sienten un dolor inmenso. Suelen ser especialmente vulnerables, pero durante una crisis son extremadamente frágiles. Hay que tener un enorme cuidado, mucho tacto y escuchar más que nunca."

Sin piel te duele el aire, la lluvia, la nieve. Sin piel y sin saber cubrirte agonizas ante cualquier juicio, cualquier crítica, cualquier mirada. Hay quien tiene suerte y crece entre vientos y brisas, como yo. Hay quien no tanto, y en carne viva se expone a torturas físicas y psicológicas desde niños, dentro y fuera del  hogar. Hay quien se recompone la piel día a día, como ahora hago yo. Hay quien no puede, no sabe o simplemente no quiere. Hay muchos “sin piel” en hospitales mentales, pero también los hay a miles en cárceles, no creáis…

¿Y de quién es la culpa? ¿Dónde están nuestras corazas? ¿Por qué nacimos sin ella o por qué nos las quitan?

No importa. Es duro aceptarlo, pero el camino para salir del dolor extremo es en realidad no agarrarse a ese deseo que  querer entenderlo todo, sino seguir adelante en la lucha diaria, como hacen todos, con o sin piel. Si ellos pueden, si yo he podido re construirme a diario, ¿POR QUÉ TÚ NO? 

Verónica E. 


viernes, 28 de marzo de 2014

EL OTRO LADO - M Mar E. R.

Ya estamos otra vez. No sé qué le pasa a esta niña, ahora bien, ahora me enfado, luego me deprimo… Hoy está cabreada, puff. Siempre llamando la atención, aprovechándose de esa enfermedad que dice que tiene. Yo paso. Ya están mi hermana y mi hermano para atender sus caprichos de niña consentida. Total, tampoco es que cuenten conmigo para nada, y ya tengo yo bastante con los problemas en mi propia casa con mi marido y mis hijos, que no son pocos. 

 ………………………………….

Así solía pensar yo. Es duro admitirlo, pero evitaba involucrarme a toda costa poniendo cualquier tipo de excusa estúpida, hasta que llegó el primer intento de suicidio. Lloré, lloré desconsoladamente. No entendía por qué lo hizo, no pensaba que su vida fuese tan desdichada como para acabar con ella, ni comprendía las razones por las que llegó a hacer semejante barbaridad. 

Intenté acercarme más a ella, implicarme más en su vida, sin entender aun esta dichosa enfermedad. Hablo con mis hermanos, “cómo está, cómo la ves hoy, parece tranquila, hoy tiene un mal día… la llamas tú, voy a verla yo…” La llamo sin saber qué decir, voy a verla sin tener ni idea de cómo se va a encontrar. ¿Qué hago? ¿Qué le digo? Intento levantarla de la cama. Me manda a la mierda, ¡¡¡DEJADME EN PAZ!!! Grita una y otra vez. Salgo de la habitación, nerviosa. Vuelvo a entrar. Sigue con la cabeza bajo las mantas. La miro. Vuelvo a salir. No quiero irme por miedo a que pueda hacerse daño otra vez, pero no hago nada allí. 

Vuelvo a casa con la imagen de su cara llena de odio y rabia. No puedo quitarla de mi mente. 

No consigo dormir. Miro una y otra vez el teléfono. Continuos pensamientos llegan a mi mente que me hacen sobrecogerme. ¿Conseguirá hacerlo? ¿Se quitará la vida?

María del Mar E. R. 

martes, 25 de marzo de 2014

Montaña Rusa en coma


Abro vagamente los ojos. Dos hombres vestidos de naranja y azul delante mía me observan. Noto pegatinas frías en mi pecho. Estoy tumbada en la cama. Es mi cuarto. Giro la cabeza lentamente hacia la izquierda. Veo a mi hermano con la mano derecha en su codo izquierdo y la izquierda cubriéndose la parte inferior del rostro. Ojos rojos. Oh Dios, qué he hecho ahora… Oscuridad. 

Luces parpadeantes de colores que no distingo. Ruido de ruedas girando, chirriando rápidamente. Me pincha el brazo derecho. Ahora mismo no sé dónde estoy, ni cómo. Silencio. No oigo nada pero veo movimiento a mi lado. Extraño… Más silencio y por más tiempo.

Por fin consciencia, pero pronto la maldigo. Noto un tubo entrándome por la nariz. “Traga ahora”. No puedo tragar, apenas puedo entender dónde estoy o por qué tengo este terrible dolor de estómago. Me van forzando el tubo de la nariz hacia el esófago y me quema. Quema mucho, grito que me duele, que me dan nauseas, lloro. Escupo sangre. “¡Colabora ya”!, me gritan. Y yo lloro más. “Esto te lo has buscado tú solita, aquí atendemos urgencias de verdad, no niñas que no aprecian la vida! Da gracias de que te estamos atendiendo.”
                                           ……………………….

Mente UNO: Tiene razón la enfermera. Nadie te pidió que te tomaras 300 pastillas con 2 litros de alcohol. Estaremos todas aquí de acuerdo, esta situación es mera culpa tuya.

Mente DOS: Esta señora es una imbécil que no tiene piedad por una trastornada mental cuya enfermedad anula la voluntad. No debería trabajar con personas enfermas.

Mente UNO: No digas bobadas, nadie te puso una pistola en el pecho para que  te las tomaras. Es tu culpa. Eres una desgraciada, ni morirte sabes.

Mente TRES: Vale. Cálmate. Estás aquí, estás en buenas manos, ya pasó, ya pasó, ya pasó… No querías morirte, ¿verdad mi niña?. Fue un impulso, esas voces. Esas malditas mentes que no controlas y te dicen que no vales, que no vales, que no vales. Que mejor el mundo estará sin ti. Pero no es así, ¿verdad que no? No es así, amor… ya estás aquí. Déjate ayudar, no las escuches a ellas…

Mente DOS: ¿En buenas manos? ¿Pero no has oído a esa desgraciada atacándote personalmente por estar enferma?

Mente UNO: Corrección: por ser un blanco fácil, y entretenido además. Seguro que llegará a su casa al finalizar su turno por la mañana con su melena rizada intacta y le contará a su marido que había atendido a una chica muy rebelde que no se dejaba entubar, después de que ella misma había cometido intento de suicidio. 

Mente DOS: Sí, qué injusto era su trabajo. Será perra la tía…

Mente TRES: Todos tenemos derecho a no ser juzgados por no entender, de la misma manera que queremos que no nos juzguen por ser lo que somos. Jamás nos pondremos de acuerdo en nada, ¿verdad?. Mi niña, cree en ti. Vales mucho. Lucha, sigue, cree. PUEDES. Hay salida.

Mente DOS: Mientras haya borderline, estaremos aquí para joderte el camino de la rectitud. Para joder la voluntad. Para juzgarlo todo y a todos.

Mente UNA: Para impulsar la impulsividad. Para culparte de todo lo que te ocurre a ti y a otros.

Mente TRES: Me mareáis. Me bajo de esta montaña rusa.  
                                         …………………….


Abro los ojos. Veo a mi hermano. Sonríe. 

viernes, 21 de marzo de 2014

Subespecie sin cabeza

Sub-especie sin cabeza

Me dais asco, sois una sub-especie humana. Cueste lo que cueste, nosotros seguiremos adelante con nuestras perfectas vidas. Pisaremos con fuerza si hace falta sobre vuestros corazones cobardes para que terminen de desangrarse, nadaremos entre vuestras ridículas lágrimas de cocodrilo porque no sois más que escoria humana, renglones torcidos que dijo Luca de Tena en su obra maestra. Sois basura, y no llegaréis nunca a nada. Cortaremos vuestras mugrientas cabezas podridas de ideas suicidas. ¿Demasiado humanos? Si ya…No me hagáis reír…Humano es aquel que ignora al prójimo como hago yo. Que va a la iglesia y le reza a la cerámica, como hago yo. Humano es aquel que se aprovecha del ser débil, humano o no. Humano es aquel que miente, que roba, aquel que mata, hiere y tortura y no se arrepiente. Humano soy yo, y cortaré tu cabeza porque me produce ardor. Lo digo, lo cuento, lo narro sin pudor porque puedo y quiero como portavoz que soy de los “sanos capaces”, los que te juzgan a ti, enfermo asqueroso; los que te hacen sentir inferior, los que te miran con repulsión por estar “tatuado” con tinta o cicatriz, o por tener gustos opuestos a los de la mayoría siempre sabia. Somos los que se ponen las manos en la cabeza porque te duele vivir y no sabes por qué. ¿Qué te pasa, chico? ¡Sé feliz ya…! Los humanos sí que sabemos vivir.
                                              ……..

Como “sub-especie” salida del armario, me he sentido infinidad de veces como planteo arriba. Me han cortado la cabeza, jugado al fútbol con ella, tirado un penalti, y me la he grapado para ver a los “humanos” ser felices a su manera. Es entretenido… Gracias a Dios (al cielo, a la madre naturaleza o a quien quiera que sea…) cada vez hay menos de estos seres despreciables que intentan hacer sentir a los débiles aún más débiles A PROPÓSITO. Pero por desgracia tenemos aún muchas pero que muchas barreras sociales, mucho estigma y muchas etiquetas que superar. Ayúdenos  a sobrellevarlas,os suplico. Hagan llegar al mundo este mensaje: no somos una sub-especie.


Verónica E. 

lunes, 17 de marzo de 2014

Marionetas en el armario

Marionetas en el armario

¿Han escuchado alguna vez la frase “cuidado con lo que deseas, pudiera hacerse realidad”? En esta idea me baso para exponer mi siguiente historia. Con ella, pretendo agitar sentimientos, abrir armarios y sacar cabezas. Si no lo consigo, la vida seguirá para mí…..
                            ……

A Leila nadie la entiende. Se encierra en la despensa, rodeada de manjares exquisitos, pero dañinos para su salud. Allí cree ser feliz  a ratos. Al menos nadie la llama vaga o consentida. Allí está a solas con sus tentaciones. A solas con los flacos valores que le quedan.
Mira por la cerradura. “No hay moros en la costa. ¡Allá voy,  a por el mundo!. Hoy va a ser el día que rompa mi cascarón de huevo y salga a la luz. Hoy calzaré mis pies con botas de andar, y mi vulnerabilidad con casco de acero. 

“Mamá, necesito hablar contigo. Quiero contarles a los otros que sufro un trastorno mental. Sé que tú me apoyarás, porque soy tu hija y me quieres”

-          “Las cosas no son tan fáciles hija mía. Creo que el mundo no está preparado para aceptar que te cortas para llamar la atención, que no tienes ilusiones en la vida porque aún no maduraste y que eres tan terriblemente cobarde como para querer quitarte la vida. Hija mía, yo te comprendo y te amo más que a mí misma. Pero, ¿para qué enseñar los trapos sucios? Ven, dame un abrazo…”

Leila se quedó en un estado entre incredulidad y rabia. Obviamente, ni su propia madre sabía qué había detrás de esos intentos de suicidio. No sabía de la desesperación, de la culpa, de la voluntad desaparecida por tantos años de impotencia. Ni idea tenía su madre de que cuando se lesionaba el brazo sentía alivio, quemaba parte del dolor interno. Ni idea de la existencia de la mano que sujetaba las cuerdas, cual marioneta. No era ella, y sí lo era. Había una verdad oculta en todo aquello Pero, si su madre la juzgaba, ¿quién no lo haría?

“Bah, me quedo en mi despensa, me comeré y beberé el mundo a mi modo. Es imposible salir de aquí.

                                             …….


Ahora os planteo lo siguiente: Nos quejamos porque no nos entienden. Pero preferimos encerrarnos en nuestro armario como la avestruz esconde su cabeza. ¿De veras nos compensa? 

Verónica E.

sábado, 15 de marzo de 2014

No soy tu esclava


No soy tu esclava

Yo: Aquí viene otra vez. Noto la mandíbula tensa,  siento presión en el pecho, el corazón late fuerte.  A ver qué ocurre ahora… control, control, autocontrol.

Mente irracional: Se va a enterar esa zorra. Se van a enterar todos ellos. Esto no se queda aquí. ¡JÁ! Bastaría más.  Llamarme a mí niña inmadura y manipuladora…. ¿Quién se cree que es esa estúpida para juzgarme así? -“Bah, Silvia usa su “enfermedad para manipularnos según le convenga”. ¿CÓMO? Echo fuego por la boca…

Yo: No deberías estar leyendo esto. Son conversaciones privadas. Además, la perjudicada vas a ser sólo tú.

Mente irracional: ¡Pues que se jodan! Voy a quemar la casa, ¡me van a oir!. Podría matar a alguien con mis propias manos. Podría rajarme piernas y brazos para que se sientan culpables los asquerosos ignorantes esos, porque me lo están haciendo ellos. Ellos y sólo ellos tienen la culpa.

Yo: Calma, Silvia. Te estás jugando malas pasadas tú misma. Los pensamientos vienen a tu mente como trenes apresurados, sin rumbo, a toda velocidad. Déjalos ir… visualízalos yéndose de tu cabeza igual que entraron. No te agarres a ellos.

Mente irracional: Pues me agarro. Me agarro y me agarro porque quiero; y quiero además gritarles a esa gentuza que les deseo la muerte, que les arrancaría el pelo uno a uno, golpearía sus huecas cabezas contra la pared.

Yo: ¡Para de una vez! Sacúdete esas ideas. Déjalas ir. Sal a dar un paseo

                                              ……

Empiezo a sentirme menos mareada aunque mi cabeza aún va a mil por hora. Odio en el pecho, presión. Mucha, demasiada frustración. En realidad siento pena. Pena de mí misma y decepción por los que me etiquetan de malvada, falsa, inmadura y manipuladora. Creía en ellos, esperaba comprensión por su parte. Y esta osadía mía me ha abierto las puertas de la verdad. ¿Y ahora qué? ¿Estoy mejor ahora al conocer a la Gran Señora Verdad?

Mente irracional: Pues claro, la verdad os hará libres, dicen. Ya sé qué piensan de mí, ya les puedo tirar piedras con motivo. Oh, y se las tiraré….

Me levanto de la silla, tiro el ordenador al suelo y lo piso con fuerza, con odio. Voy a la nevera y cojo una cerveza. Después otra. Vuelve el mareo.

Mente irracional: Os odio, os odio, ¡OS ODIO! Estoy infringiendo normas por vuestra culpa. Yo estaba bien, y mirad ahora. Me hacéis sentir malvada, me hacéis sentir que no valgo. Al final van a tener razón, que al fin y al cabo soy un escombro de la sociedad. Soy la peor madre, la peor esposa, la peor hermana, LA PEOR PERSONA. Y ahora encima de todo he caído otra vez en este círculo vicioso del que no puedo salir.

Yo: Sí puedes, Silvia. Esto es sólo un capítulo, pasará, tranquila.  De hecho, puede que hayas sacado las cosas de contexto. Te has agarrado al pensamiento negativo. Se te ha pegado al cuerpo como si de una sanguijuela se tratase. Sácalo de tu mente. ¡Enfría tu mente!

Mente irracional: (gimiendo…) Me quiero morir... no intentes convencerme. No sirvo para nada. Soy menos que un cero a la izquierda. Por favor, déjame regocijarme en mi miseria. Sólo sirvo para eso.

Yo: Hazlo si quieres. Pero fuera. ¡FUERA DE AQUÍ! No pienso ser esclava de mis propios pensamientos. ¿Te sientes triste?  Siéntete. Eso no lo podrás controlar y no lo debes tampoco evitar. Permite tu tristeza, agarra tu cara y mira alto al cielo, esté azul, gris o negro. Mira más allá de las dichosas locomotoras que traen y llevan negatividad a tu cabeza. Déjalas que se lleven lo malo, y quédate aquí, en el presente. En el “no sé bien qué he leído”, “no me importa lo que piensen” y “yo sé que estoy luchando”. No hay nada más. Libérate de las cadenas y dirígete hacia donde quieras ir. Tu meta, tu objetivo, tu vida.

Mente irracional: Volveré para joderte la vida, lo sabes, ¿no?

Yo: Lo sé. Y aquí estaré para invitarte a que desaparezcas de nuevo. Ya no soy tu esclava. 

viernes, 14 de marzo de 2014

Alicia y su mundo infernal











Alicia y su mundo infernal

Alicia no creció en el cuento de hadas con el que de muy pequeña había soñado. En su mundo no había conejitos blancos, ni bosques encantados, ni fiestas de “no cumpleaños”. A Alicia le tocó crecer encerrada en la torre de la Reina de Corazones de día, y en las solitarias y oscuras calles del reinado de noche. Sin embargo, ella ansiaba vivir, soñar, volar, bailar… ¡oh…cuánto amaba bailar…!.

Alicia vivía en su castillo junto a su madre, la Reina de Corazones, y su padrastro: Fidel “El Malvado”. Sus ojillos grandes y brillantes fueron testigos de mil y una barbaridades que ninguna princesita de cuento había jamás de presenciar. Podía estar horas y horas frente a un libro en su habitación como castigo por importunar. No era ése sin embargo el castigo más duro que recibía la pequeña por el inmenso pecado de haber nacido en el momento y lugar equivocado.

Alicia lo entendía: “Es mi error estar aquí en el mundo. Es mi culpa que “El Malvado” enloquezca y me azote con puños, patadas y correas. Me lo merezco por querer bailar libremente bajo el sol.” Pobre Alicia, creció culpable sin serlo….

Los años pasaron, y Alicia encontró una manera de huir del dolor mental y físico que le causaban las paredes ennegrecidas de las malditas mazmorras donde la encerraban a menudo. Huyó una noche, y corrió  hasta llegar a una taberna donde malos hombres y mujeres cometían adulterio, consumían drogas y bebían licor hasta el desmayo. Al principio, Alicia miraba escondida en un rincón a aquellas personas que reían escandalosamente, hablaban a gritos, se tocaban y hacían cosas con sus cuerpos muy parecidas a las que El Malvado la obligada hacer a ella. A veces se dormía y la desertaba el tabernero a patadas. “Tira pá casa, niña!. Durante el camino de vuelta a casa, caminaba despacito mirando al suelo; pensaba que todo aquello que observó era un país de maravillas en contraste con la terrorífica mazmorra oscura y con la vida de abusos físicos, carnales y psicológicos que llevaba.

Poco a poco, y como no podía ser de otra manera,  Alicia se unió a esa práctica nocturna noche tras noche, cometiendo adulterios, consumiendo drogas y bebiendo alcohol hasta el desmayo. Tan sólo tenía doce años. Pero de noche, era libre… ¿ lo era….?

Las primeras crisis no tardaron en llegar. Durante el día era perseguida por sentimientos de culpa, suciedad, soledad, incomprensión, injusticia y asco, mucho asco hacia ella misma. No aguantaba sentirse así, le ardían las entrañas. Tenía que hacer algo para que este dolor parase. Sin saber por qué, cogió un cristal y se cortó; una y otra vez. Se observaba a sí misma sangrando, y no comprendía por qué hacer eso la aliviaba. Sentía una extraña paz interior cuando se hacía daño, y a la vez culpa por estar en paz.

El mundo de Alicia se volvió más y más oscuro con los años. Vestía con ropas oscuras, su piel era muy pálida pues dormía durante el día; de hecho se asemejaba a una delgada e indefensa brujita hambrienta. Los aldeanos la señalaban con el dedo al pasar, comentaban entre risas las desafortunadas experiencias en las que se había visto envuelta. Se reían e insultaban sin piedad. Incluso se reservaban el derecho a poseer el cuerpecito magullado de Alicia cuando les parecía.

Nuestra princesa de cuento, convertida en esperpento acabaría como juguete prestado, muñeca rota que se tira a la basura cuando no sirve, humillada, ignorada, incomprendida, estigmatizada por todos. Nuestra princesa se perdió en el bosque esperando a un príncipe azul que jamás llegó. Si tan sólo hubiera encontrado un soplo de aire fresco, algún apoyo, una simple luz al final del túnel, quizá no estaría aún perdida en el infernal mundo de Alicia.



Verónica E. 

Nadie te quiere


“A nadie le caes bien. Eres la peor de las amigas. Antipática, rara, nadie te puede ni ver”.

Éstas fueron las palabras que escuchó un día Vicky volviendo del colegio. Salió de clase feliz porque no había que hacer deberes. Era principio de curso. Felicidad mermada abruptamente por Marta, quien le dejó muy claro que “no eres una de las nuestras. Eres diferente. Eres peor. Vete a casa y llora, que nadie te hará caso. Tonta.”

10 añitos acababa de cumplir Vicky el mismo día que empezó el curso. 10 añitos para asimilar que no era nadie en su pequeño mundo de amigas, vecinas y juegos. Nadie. Menos que nadie. Era la odiada, la rara, la seria.
Pero aquel día fue uno de sus peores que aún hoy recuerda. Subió las escaleras corriendo hasta llegar a su casa donde su madre la esperaba sonriente. Entró de un portazo, soltó su mochila y se fue a su cuarto a llorar. Su madre dejó de sonreír, no sabía muy bien qué hacer. La dejó ir. ¿Qué más podía hacer…? Son cosas de niñas.

Capítulos similares se repitieron a lo largo de los años, en iguales y distintos ámbitos. “Te odio”, “eres una rara”, “ya no eres nuestra amiga”, “ni tu propia familia te quiere”….

Hoy, Vicky acude a psicólogos, intenta recuperarse de su trastorno, sus miedos y fobias sociales, mientras que sus “amigas” viven una vida prácticamente normal.

¿Fue acaso necesario aquel rechazo? ¿Fue justo? Ninguna criaturita de 10 años debería jamás escuchar palabras tan terribles y crueles. Pero la realidad es otra, por desgracia. La realidad de algunos pequeños – incluso de más temprana edad -  puede ser muchísimo peor que la de Vicky. El infierno empieza ahí para algunos. Empieza con el rechazo, la humillación, la impotencia de no encajar y ser por lo tanto desplazado. El comienzo de un trastorno podría estar en nuestras manos. Y sin embargo lo dejamos ir…….


Verónica E. 

jueves, 13 de marzo de 2014

El caballero Luna Parda


Este relato cuenta la historia del Caballero Luna Parda.

Siendo aún muy niño, su vocación como caballero era tajante y aprendió que, para sobrevivir como tal, debía construirse una armadura lo suficientemente resistente para ganar batallas y torneos. Soñaba día y noche con derribar a sus enemigos, anhelaba el aplauso y admiración de los aldeanos, además de fantasear de vez en cuando con el amor incondicional de alguna bella doncella de piel pálida que le entregara su corazón, cuerpo y alma.

El aprendizaje como caballero no fue fácil; el caballo que había heredado era rebelde. Lo tiraba al suelo cuando él menos lo esperaba, y Caballero Luna Parda dañaba su armadura, hería su cuerpo y consecuentemente desesperaba ante la impotencia de no saber por dónde seguir. El dolor físico y mental era inmenso y llegaba a desesperanzar. Así no ganaría los torneos que en su mente él mismo construía, donde se apreciaba como real el retumbo del gentío en las gradas vociferando su nombre y aplaudiendo efusivamente ante sus logros. Ese pensamiento lo mantenía con fuerza y avanzando.  La gloria.

Aunque desde muy joven, y a causa de los contextos en los que se vio envuelto, aprendió artes y habilidades diversas tales como la Alquimia, su deseo de aprender y mejorar, sin embargo, le empujaba a encontrar la manera de convertir su armadura en Titanio, aquel preciado e indestructible metal. Cayó, sangró, se partió en mil pedazos, y se recompuso mil veces más como buenamente pudo. Buscó y buscó, hasta que al fin halló la solución de su incógnita. No le agradaba mucho la idea al principio, pero a estas alturas, y si quería triunfar en la profesión en la que tanta vocación asumía, no tendría más remedio de pactar con “Los Oscuros” para transformar su armadura en coraza de titanio.

Desesperado, aceptó a “Los oscuros”, a cambio de nada. - ¿Qué raro…? . Se preguntó.  –No me piden nada a cambio…  . Pero Caballero Luna Parda seguía convencido, enfocado en su objetivo de que nadie ni nada penetrara su coraza, y jamás sentir dolor de nuevo.

Así pues, una mañana de Febrero despertó bajo un almendro, sintiéndose más pesado de lo normal.  – “No creo que sea buena idea volver a dormir aquí, la tierra es muy húmeda, y se  me engarrota el cuerpo” , se dijo a sí mismo.

Pero al levantarse, bajar su cabeza y mirar su torso, descubrió con asombro que al fin portaba la coraza de Titanio que le habían prometido esos seres en aquella taberna, mientras Caballero Luna Parda se encontraba bajo los efectos de sustancias tóxicas.

Tanto se acostumbró a su nueva armadura pesada, que sus músculos fortalecieron, su mente se desanubló y los ansiados éxitos profesionales llegaron casi de cien en cien. Ni apenas tenía tiempo de pensar en la armadura; sólo sentía un extraño picor en el torso y espalda. No le dio importancia, había logrado ser invencible, nadie jamás le dañaría, ni siquiera su rebelde heredado caballo.

Pasaron días, semanas, meses y años. Y Caballero Luna Parda era en verdad impenetrable. Torneos de aldeas lejanas y cercanas eran suyos para conquistar. Pero la intranquilidad, el picor en su piel aumentaba. Se auto-puso, como solía hacer a menudo,  e intentó  ignorar esta vez  sus instintos de paz, amor y relajación que supondría quitarse aquella coraza , ya adherida a su cicatrizado cuerpo . No lo consiguió.

Volvió a aquel almendro donde, años atrás “Los Oscuros” habían pactado el trato con Caballero Luna Parda. Le costaba dormir esta vez, estaba ansioso, se ahogaba y le costaba respirar. Quería deshacerse del Titanio y no podía esperar más el momento en que podría deshacer el trato.

Pero “Los Oscuros” no aparecieron. Por el contrario, vio una figura de mujer que se acercaba a él precipitadamente, con piel y vestido blancos.

La velocidad con la que se acercaba le inquietó bastante, y se puso en guardia en seguida. 

-Quién quiera que seas, soy invencible, soy el más fuerte, no podrás conmigo”

- Tranquilo, Caballero Luna Parda. Soy la Bruja Rosa Espinada, y practico  magia blanca. He venido en tu ayuda. Vengo a quitarte tu coraza con mi amor, con mi dolor, mi sangre y mis espinas. Oí rumores sobre tu maldición.

“Maldición…..”- el caballero se repitió ésta palabra varias veces en su mente. Todo cobraba sentido. Avergonzado, bajó la cabeza y allí cayó en la cuenta Caballero Luna Parda que los pálidos y desnudos pies de Bruja Rosa  Espinada estaban cubiertos de sangre que emanaba de las heridas causadas por unas rosas a las que estaba atada.

Caballero Luna Parda no sabía qué pensar. Sabía que sentía algo especial por aquellos ojos claros y llenos de sacrificio, pero no sabía ya a estas alturas en quién confiar. “Maldición, traición…” se repetía.

En silencio, durante unos minutos, ambos callaron, ambos amaron. Poco a poco la coraza fue desapareciendo. Caballero Luna Parda volvió a sentir a brisa, el aire e incluso las osadas suaves manos de aquella bruja sobre su pecho. Los dos sonrieron... estaban en paz. Pero “Los Oscuros” llegaron gritando y emanando odio por doquier. 

Caballero Luna Parda reaccionó al instante, y creyó que erraba al dejarse amar. La coraza de Titanio reapareció, Bruja Rosa Espinada se esfumó como el humo, dejando tras de sí una de las rosas blancas tintadas de sangre que la encadenaban. Olía a ella. Aún recordaba aquel pelo suave perfumado que ondeaba el viento. Aquella rosa olía a ella. A ella que lo quiso liberar del Titanio que lo opresaba y que, aunque le hacía sentirse fuerte, le impedía apreciar caricias, besos y el calor de la pasión. Ese pensamiento ahora le oprimía el pecho. 



No obstante, Caballero Luna Parda siguió su camino, exhausto por el peso del titanio, cansado por el peso de la fuerza (oscura) que le proporcionaba, irritado por ser él e último eslabón de la cadena de aprecios y favores. Muy de vez en cuando creía que había salvado vidas, ayudado a seres y enfocado su fuerza en lo correcto. Hasta que sus fuerzas menguaron, y sentándose junto al camino de albero, esperó con la cabeza baja y labios sedientos la llegada de buitres, aun soñando con la aparición de un nuevo milagro.

Verónica E R




Exhibiendo el dolor

Exhibiendo el dolor.
Mi muñeca de trapo se cortó.
En su mundo de entretelas,
hilos finos, agujas, tijeras.
En su falso cosmos negro se perdió.
Quiso gritar, quiso correr
Quiso quitarse la ansiedad.

Respiró, ensanchó
Sus pulmoncitos de algodón.
Pero cayó. Mi muñeca se cayó.

Exhibió su cicatriz
Como si de un trofeo se tratase.
La ansiedad es lo que hace
cuando no sabe salir.

Con sus botones hinchados
Y la cara ensangrentada
La careta se quitó.
Se exhibió. Se mostró
Tal cual la manipulaban
Las voces. Malditas voces
Que anulan la voluntad.
Mi muñequita de trapo
Tan sólo quería jugar.

Verónica E.

Bienvenida


He creado este blog por muchos motivos diferentes, pero particularmente se debe a mi misión personal de concienciar a la sociedad sobre este terrible trastorno desde mi experiencia y desde la de compañeros (anónimos si quieren…) de batalla. A medida que vaya (vayamos) aportando palabras, imágenes, apoyo, tolerancia y mil cosas más, iremos abriendo camino hacia la luz, la comprensión de qué es el TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD, el cruel y desgarrador TLP.

No soy profesional del tema, soy paciente. En mis comentarios pretendo desvelar cómo nos sentimos la mayoría de los que sufrimos este trastorno también llamado Borderline. Este blog no tiene intención de ser terapéutico y cualquier persona diagnosticada debe siempre seguir los consejos de un profesional.

Espero que en mayor o menor medida este pequeño proyecto personal aporte claridad, empatía y aceptación a quien lo lea.

Antes de comenzar, deseo agradecer a mis pilares (hermanas, hermano y cuñada) a mis terapeutas del Centro de Salud Mental en Jerez de la Frontera y a mis compis del foro en facebook.

Un fuerte abrazo.


Verónica E.