lunes, 15 de diciembre de 2014

ELLOS SE OLVIDAN

ELLOS SE OLVIDAN…..tienen su vida.

Yo me levanto, me despierto a veces tarde. Ahí va la vergüenza, vergüenza que me pesa, me pesa tanto….

Me levanto al fin, las pastillas, y las gomillas para las muñecas.  Mis muñecas enrojecidas, en carne viva. Ellos se olvidan de esos momentos que vivo de humillación conmigo misma, de transición, de “seré o no seré enferma”. Momentos de: - Venga, va, póntelas. Oculta quien eres. Vive “normal”. Ellos lo olvidan...

El peso del aire al respirar, la angustia de ver las fotos colgadas de mis hijos en la pared. Y a la vez… quitarme las “pulseras, mirar, y decir “¿por qué?” … Eso lo ignoran, o lo olvidan.

OK. Ducha fría. Ablanda. Tranquiliza. Permite. Me calmo. Café, si hay. Ritmo de vida “normal”. Sólo con un “más”, sólo con un plus; un no querer despertar de una historia de la que desconfío. Una que sólo yo, por lo visto, veo. Lloro, lloro y lloro. Duele, porque quema saber que ya olvidaron las cucarachas y bichos que corrían por mi piel aquella noche que escapé al cementerio buscando a no sé quién. Aquella tétrica y patética noche en la que fui rescatada por policías y ambulancias en pleno campo santo. Vergonzoso y apestoso espectáculo que yo no olvido, no. 

Pero abrasa saber que sigo al borde afiladísimo del fin de mis días. Y en este puto país de mierda, al menos que tengas una enfermedad que sea vista, oída, olida, y/o tocada, te dicen: – va corre y mueve el culo, que todos tenemos problemas, no está solo el tuyo-.

Muy bien, pues aquí estoy de vuelta,con mi culo en movimiento, mi mochila cargadita, haciendo lo único que sé, (quejándome o escribir, depende de cómo se quiera “oir”). Portavoz de los olvidados, de los que habiendo sido diagnosticados una enfermedad mental por profesionales de la salud, seguimos una vida en apariencia normal, y se nos trata como tarados.

He hablado. 

Verónica Espinosa Ramírez

domingo, 15 de junio de 2014

BATALLA PERDIDA

Sentado en el sofá con los codos apoyados en las rodillas, David se mira su mano derecha. Intenta cerrarla pero está demasiado hinchada.  La peor parte se la ha llevado el nudillo del dedo corazón, tiene una herida que llega casi al dedo índice, que no deja de sangrar. 

Levanta el codo y deja la mano gotear, mira casi hipnótico las gotas espesas caer al suelo. Siente pena pero también odio hacia él mismo a esas horas de la noche, de la madrugada. Quiere odiarse más, quiere castigarse más. Mira a su alrededor y ve el desastre que ha hecho en el salón. Eso ayuda…. ahora siente asco.

Botellas de cerveza por el suelo, algunas sólo se presumen pues están hecha añicos. Puertas rotas, ventanas sin cristales. Color rojo oscuro por las paredes del bonito piso que se suponía iba a ser su retirada de lo “malo”, su oasis de tranquilidad, fuera del área  oscura; un nuevo comienzo. David no entiende nada, “Esta situación cada vez es peor, soy incapaz de salir de este pozo. Incapaz de nada. Sólo soy capaz de desajustar mi vida y la de lo demás.  Entonces, ¿ para qué seguir?.“

Coge el teléfono móvil, la pantalla borrosa por la sangre seca acumulada. No sabe a quién llamar, a quien acudir a estas horas. “Mierda de todo, mierda de vida”. Haciendo eses llega hasta la nevera, coge una nueva cerveza que destapa con los dientes, da un nuevo trago. Y otro más. Mira al frente, sin mirar a nada. Las venas de las sienes se le hinchan de nuevo, su corazón se acelera,  sus ojos se inundan, y su corazón muere de pena… “¡No!, la pena no, ¡joder!” Da un último trago y lanza la botella con líquido aun dentro contra la puerta de un armario, para justo después ir a rematar la ya quebrada madera con su puño dolorido. “No, no, nooo”. Una y otra vez pega David la puerta con sus manos, con su cabeza, con su alma. Llora por su impotencia, por ese dolor que no entiende, por esa furia que no encauza pero desea aniquilar. No quiere ser así. No quiere David hacerse daño a él ni a los demás que están a su lado. No es David una mala persona.

Su mente le engaña, como tantas y tantas veces ha pasado.

-   Demonios: “Ps, ps ¡Hey! David. Mira, lo que estás haciendo, chaval. A ti mismo, al piso, a tu familia, a tu novia. ¿No es mejor acabar de una vez por todas?”
-     David: “Pero es que yo...”
-    Demonios: “Ni peros ni nada, sólo tienes que mirar tu vida, lo que has hecho. Cuánto daño causas.”
-    David: “Mentira, a mí me quieren y también yo soy capaz de amar. Puedo salir de ésta. Tengo fe. TIENEN fe en mí… me queréis confundir.”
-    Demonios: “jajaja ¡ILUSO!, Te confundes tú sólo. Dependes de mí para ser persona. Eres mi juguete, mi marioneta. Sin mí, sin la ira y el odio que te alimento no eres nada, NADA.”

   David vuelve  a coger el teléfono. Su cabeza da vueltas y apenas puede teclear las letras. Quiere decirle a su novia que lo siente, que lo ha intentado pero que sus demonios le han ganado la batalla.

Manda el mensaje con las manos frías y la mirada perdida. Manda el mensaje convencido de que ha sido abandonado, y de que ni su novia, ni su familia, ni nadie en este mundo lo tomarán en serio por sus palabras mal escritas. Manda ese mensaje muy equivocado. David ha perdido la batalla. 


Verónica E R 

domingo, 8 de junio de 2014

Eternamente Incomprendidos

La eterna incomprendida por lo que digo o callo. Desagradecida por  que me quejo o por lo que anhelo. Debo empatizar y tragar… de un modo un poco dramático y exagerado, lo acepto, pero es así.



Vaga, perezosa, promiscua, torpe, “locares”… A los ojos de los “normales” soy o puedo ser muchas cosas menos una enferma mental. No cuadra un diagnóstico como el mío en mentes tan pequeñas como las que me encuentro en los tiempos que corren. Para algunos, creáis o no, si no tienes síndrome de down, esquizofrenia, autismo  o similar, no eres un enfermo mental.  

Cuando me dirijo a Salud Mental y presiono el botón de la QUINTA planta en el ascensor, hay aun quien me mira con recelo… Otras personas van al psicólogo con vergüenza. Es algo que se escapa a mi entendimiento. Llamadme ilusa. 

Cuesta. Cuesta mucho sobrellevar este trastorno, en gran parte por la GRAN INCOMPRENSIÓN a la que somos sometidos y el gran TABÚ que rodea el tema TRASTORNO LÍMITE, y otras enfermedades "que no se ven". 

Somos etiquetados, estigmatizados, torturados casi por no poder llevar el peso de la vida a nuestras espaldas. Ese peso que os pesa a todos, sí. Lo sé. Pero que os aseguro,  ahora que  sobrellevo bien mi enfermedad, ahora que me levanto por las mañanas y con mucho orgullo le puedo poner un cola cao a mis hijos y llevarlos al colegio; os digo - ahora-  que cuando uno se enferma y está mal, no se soporta ese peso tan sumamente asfixiante.

Hoy por hoy, con mucho esfuerzo por mi parte, de mi familia, de los grupos cerrados de Internet (compuesto por gente estupenda) y sobre todo de los maravillosos profesionales del centro de Salud Mental de Jerez, estoy muy estable y con proyectos de futuro. Quién me ha visto y quién me ve…

Desde esta estabilidad (mental….) os aseguro:

- A los borderline,  que SE PUEDE SOBRELLEVAR el trastorno. Curar o no curar, ese es otro debate. Pero es posible una vida normal.  

- A los familiares, que el apoyo es INDISPENSABLE. 

- A todos en general, este trastorno es real. No estamos intentando manipular a nadie ni llamar la atención. Créannos, los que más sufrimos somos nosotros: no nos compensaría. Un apunte, fijémonos en la gente de nuestro entorno. Quizá la próxima vez que veamos a una persona con cicatrices en los brazos pensemos diferente sobre él o ella. Quizá la próxima vez que advirtamos a un “borracho” tirado sucio por la calle  nos paremos a reflexionar que detrás no sólo hay una persona que no ha dado un palo al agua en su vida y “se merece lo que tiene”. A lo mejor hay más… Quizá cuando veamos a una chica extremadamente delgada no emitamos juicios sin pensar que muy seguramente también hay un problema mental y no el capricho de la extrema delgadez…

No intento ser más valiente que nadie, ni busco elogios (ya me los doy yo, no tengo más remedio). El comienzo de mi recuperación también coincide con el de este blog. Me consta que mis terapeutas me leen y me llena de orgullo que me animen a seguir, pues apoyan mi lucha de intentar lo imposible: que el TLP pueda ser mejor entendido de una forma menos médica tanto por pacientes como por “normales”.  

Verónica E R


domingo, 1 de junio de 2014

Castillos en el aire




Castillos. Castillos en el aire construimos de la nada. Arriba en lo alto perdidos flotan, se pierden, nos perdemos allí con ellos. Castillos de nube blanca tan enfermizos y débiles que con el aliento de palabras sinceras se derrumban por completo. Castillos peligrosamente caricaturizados, desde nuestra realidad, deformados pero bellos. Extremadamente altos, la caída al vacío podría ser fatal.

Pozos. Pozos profundos cavamos de la desesperanza. Abajo, cuando ya hemos caído en el abismo más denigrante, allí revolcamos nuestra estima. Pozos recónditos tan enfermizos y húmedos que ni la más cálida palabra de aliento nos logran sacar de allí. Pozos peligrosos y escondidos de los que muchos casi no hemos salido, y muchas más almas allí siguen en la eternidad.

Verónica E R. 

viernes, 30 de mayo de 2014

Mi reino, mi infierno.



Mi cama, mi refugio, mi reino, mi infierno.

Nadie a quien recurrir. Todo esto es por mí.

Susurran, murmuran, dicen, señalan. – Todo esto es por ti.-

Sí. Todo esto es por mí; por no saber  guiar los signos de mi cabeza, por no saber escoger las nubes blancas y dejar que las negras arañen mi espalda con esta merecida tormenta.

Todo  esto es por mí; es el karma por haber nacido en piel maldita, piel blanca y de colores chillones que asustan a cuantos tocan su desagradable fulgor. Me río de ello; vuelvo la cara y lloro de soledad en mi cascarón: mi cama, mi envoltura.


Algún día  ¡algún día! seré mariposa. Y tendré colores bonitos que no asusten. Y podré volar aunque sea por un día.  Pero hoy soy gusano. Un pobre y repugnante bicho que se arrastra a la más mínima dificultad en mi cama, mi refugio, mi reino, mi infierno.


Verónica E. 

miércoles, 28 de mayo de 2014

Ausencia




De la nada, como todo; adoración, abandono, ausencia, soledad... Soledad: abigarrado vacío henchido de acíbares que roban el sentido al continente; el vacío que ya no es. Amor desatendido que fluye, no cesa, se pierde en un mar ya conocido; estanco, hediondo, putrefacto, mientras sedientos brotes mueren al sol. Ese mar, mi infierno, es un mundo diminuto colmado de obsesión, desesperanza, dolor y sufrimiento. ¿Quién va a querer acompañarme en él? nadie lo merece... tampoco yo


Mai



martes, 27 de mayo de 2014

PERFILES, ESTIGMAS. Y ODIO.

Cansada de tirar de la cuerda que quema. Voy tirando y tirando de mí misma y del santo perfil que me define como desquiciada. Tiro del dichoso estigma que me señala con dedos de cristal roto. Me duele, no lo niego más. 



Me cuesta la pendiente inclinada de vértigo que subo a diario. Día tras día, minuto a minuto. Me aplasto yo misma bajo este dilema de si soy mi diagnóstico  o no. Me puede a veces esa idea. Me puede hoy…

Hoy tiro de esta absorbente cuerda sobre mi hombro con todas mis fuerzas y acabo agotada de tanta risa falsa que llegan a mis oídos, tanta sátira, tanto teatro. Hoy, señores, me caigo de rodillas, acabada. Y tengo ganas de hacerlo de nuevo. De tirarlo todo por la borda, fruncir el ceño, tensar la cara y cerrar puños. Mirar con  ese odio del que tanto se me han burlado. Señores, hoy quiero ser odiada. Y odiar también lo anhelo. Hacerlo quiero con ganas; pero aquí, en vez, tecleo peleando con teclas que parecen porcelanas -frágiles – en contraste con mi furia. Parece que me resisto a caer del todo…

Cansada –sigo -  de tanto odio que no sé ni de dónde viene ni cómo encauzarlo a veces. Cansada, mucho lo estoy en este momento que parece no acabar. Sin embargo aquí –repito – sigo. Sigo resistiendo sin apenas poder ver letras de entre las gotas de mis ojos. Sin apenas poder ver razones por las que salir adelante aun sabiendo que haberlas háylas.  Escuchando en mi cabeza voces (que no son voces…) que me impulsan a lo ya conocido, que ahora tan dulce y cómodo me resultaría: la evasión, la fuga. Quiero huir, señores. Hoy me siento muy borderline, y quiero huir bajo las mantas de mi desarraigo. Pero aquí sigo…


Verónica  E.  




viernes, 23 de mayo de 2014

El Efecto fusión

Emprendo una vez más fusión entre mujer despiadada y niña triste perdida en el bosque. Mis manos ingenuas parecen encoger, las miro y no las conozco. Estiro los brazos paralelos al suelo, como queriendo agarrar algo o alguien con desesperación. No sé a qué o quién quiero llegar, pero sé que no alcanzo.  Con las palmas abiertas resoplo, miro a las nubes grises arriba, tomo aire y cojo fuerza. Cerrando mis puños y mis ojos a la par,  sale de mí un ensordecedor grito seco que no es otra cosa que un llanto, una queja, un delirio patético de un alma que lamenta haber nacido. “No quiero ser yo. No quiero estar aquí. Quiero salir de mí. Sácame de mi piel”.

La niña se va. Un huracán la tira al suelo, un árbol imaginario de cemento cae sobre ella y la aplasta de un golpe. No se mueve, no respira. Me sustituyo yo misma. Soy yo de nuevo, la abatida mujer malvada al otro lado del espejo, de facciones marcadas y cutis descuidado. La de pelo enredado y maquillaje de ayer. Ésa. Tampoco me gusta lo que veo y cierro  fuertemente mis ojos. Pero no desaparezco, no. Sigo aquí a mi pesar. Me odio a mí misma y estoy atrapada. Ni blanco ni negro. Ni grises ni tonos pastel. No encuentro nada ni hay nada que me pueda agradarme en este instante en este pozo absurdo en el que me he metido yo sola. Deseo morir a cada instante…

                                                           ….

¿Cómo llegué hasta aquí? Buena pregunta.  Con una aun mejor respuesta. Mis palabras favoritas de los últimos meses: EL EFECTO FUSIÓN.  

Se comienza con una idea que me haga sufrir, y me “FUSIONO” me ato, me engancho, me apego a ella cual pulga a perro callejero. Una vez ese pensamiento - digamos alguna discusión, una crítica, algo que no haya salido como quiero o deseo y me genere frustración – se pone “cómodo” en mi mente y “salta” a otro nuevo pensamiento también negativo de manera escalonada. Saltan las ideas de unas a otras, como salta Tarzán de cuerda en cuerda por la selva, con el peligro de caerse en cualquier momento. Si no paro este “efecto Tarzán” a tiempo, caigo sin duda en el peligroso pozo hondo y oscuro del que es tan complicado salir.

Entonces… ¿Qué hago? ¿Qué hacemos los que tendemos a engancharnos a nuestras propia negatividad?

Primero demos un paso atrás, observémonos. Démonos cuenta de que estamos fusionados a un pensamiento negativo que nos genera cierto – o mucho - malestar; y hagámoslo a tiempo, antes de que nos lleve la corriente, antes de que sea demasiado tarde.

Luego, parémoslo. Paremos el curso de ese peligroso río que nos está arrastrando cruelmente al abismo. Sacudámonos el cuerpo si hace falta para “echar las pulgas fuera”. Digámonos en voz alta: “desengánchate”, “des-fusiónate”. Esas ideas que tan cómodas se han colocado en nuestras mentes nos hacen mucho daño. Echémoslas.

Y frío. Busquemos cómo calmar y ablandar nuestro ser. Como sea. Donde sea. Pero enfriemos la mente para salir de ésta.  Podremos. Lo haremos. 

Verónica E R 

domingo, 18 de mayo de 2014

Abandonada

Abandonada

Pelo enredado, rímel corrido de ayer, ojos hinchados...

Y se me escapa. Se me escapa de entre los dedos ese deseo de agarrar la realidad, de agarrar el aire, de atraparlo y hacerlo útil para mí misma. Se aleja el amor, el deseo, la pasión... las promesas que se hicieron, las promesas que me hirieron... todo ese desamor. Se va…

Se escapan, vuelan, brotan,lejos  ¿Dónde vais?... No puedo evitar que se alejen. Se hunden en mi pecho, me queman y duele mucho el deseo de ser amada versus el contraste de ser el blanco de la diana.

Te admira quien no te conoce. Te ignora quien un día te amó. Escuece la herida de ser menos cero.

"Sigue adelante", dicen... "Lo tienes todo.  Puedes lograrlo todo. Simplemente sonríe a la vida... " No, amigos. No funciona así.

Cada minuto una batalla. Cada momento de soledad una gran adversidad, una enorme oportunidad para morir... o renacer. El menos o el más. Todo o nada.

Y da miedo pensar que vamos sobreviviendo caminando en la cuerda floja. Da desconfianza tocar mi piel por si hace !zas! y me desvanezco. Da pavor pensar que vivo en equilibrio, línea recta o curva, qué más da, pero brazos en cruz, y que sea lo que ha de ser...


Si pudiera elegir...sin duda elegiría el camino fácil, sin baches, sin obstáculos, sin pasión,  sin peligro. Mas vivo en mi piel, pienso en mi mente, habito en mi ser para bien o para mal. 

Y así de borderline me expongo para ti; que no me quieres ni jamás me querrás. Así de borderline me abro ante ti, para que me entiendas. Así;  aturdida, fascinada, abandonada. Así de borderline me parto en dos a ver así me ves bien.

Verónica E. 


domingo, 27 de abril de 2014

DÉJALO IR.... (RE POST EN CARNE VIVA)

Sin  piel.
Nacimos sin piel
O nos la arrancaron.
O ambas cosas.

Las personas con trastorno límite de la personalidad somos como personas con quemaduras por todo el cuerpo, que al mínimo roce sienten un dolor inmenso. Solemos ser especialmente vulnerables, y durante una crisis extremadamente frágiles.

Sin piel y sin saber cómo o con qué cubrirnos agonizamos ante cualquier juicio, cualquier crítica. Cualquier mirada inocente la convertimos en amenazadora. Una palabra de apoyo entraría en nuestros oídos como agujas, y un abrazo podría ser fatal en un mal momento. Es muy complicado saber llevar nuestro trastorno, tanto desde dentro como fuera. He ahí que tendamos aislarnos y que nuestras relaciones interpersonales sean delicadas.  

Hay quien tiene suerte y crece entre vientos y brisas, como yo. Hay quien no tanto, y en carne viva se expone a torturas físicas y psicológicas desde niños, dentro y fuera del  hogar. Hay quien ha aprendido a recomponerse la piel día a día, como ahora hago yo con ayuda de profesionales terapias, apoyo y COMPROMISO DE CAMBIO por mi parte. Hay quien no puede, no sabe o simplemente no quiere cambiar la manera de vida que lleva.

¿Y de quién es la culpa? ¿Dónde están nuestras corazas? ¿Por qué nacimos sin ella o por qué nos las quitan? No importa. Es duro aceptarlo, pero el camino para salir del dolor extremo, del calor del infierno que vivimos en la más absoluta soledad de la incomprensión es en realidad no agarrarse a ese deseo que querer entenderlo, sino soltar... dejarlo ir. Seguir adelante con nuestra batalla, sea la que sea, sea como sea. Así hacen todos “ellos”, con o sin piel. No es fácil, pero no imposible. Y lo digo habiendo visto yo las mismísimas llamas del infierno. 

Haz un esfuerzo, déjalo ir. 


Verónica E. 

sábado, 26 de abril de 2014

Locura controlada


Locura controlada 

Genética, herencia, personalidad.... lo cierto es que no lo sé. Supongo que los que llevamos en nuestra mochila la  tendencia a sufrir TLP no superaremos la barrera de la "locura controlada" y puedo pecar de soberbia, pero en la mayoría de los casos no queremos ser del todo cuerdos. Somos "ellos" y "nosotros". 

Desde mi -no tan humilde- punto de vista distorsionada o cristalina según en qué lado del espejo te posiciones, pienso que el remedio reside en el amor, el perdón, en la tan difícil tarea de ACEPTAR, dejar ir los pensamientos que entran intrusos en la cabeza; con amabilidad, complicidad hacia uno mismo y con tus valores vitales. 


La cura está en ver con claridad que sólo tú tienes la llave, la clave para hacer de tu vida lo que tú quieras. La cura está en sentir amabilidad, que no pena,  hacia ti mismo cuando caes. Pena de los que no quieren abrir sus mentes para ser un poco locos, un poco libres, para ser niños y reír y correr y saltar sin sentido y sin miedo pues porque sí, porque eres así y no haces daño a nadie siendo quien eres. Pena no se los que se cortan la piel, si no de los que nos cortan las alas, de los que ME CORTAN las alas. Pena de los que te miran desde arriba y se ríen porque te creen perdida en este mundo de fieras. No señores, no estoy perdida. No tengo una vida perfecta. No tengo ni joyas ni palacios. Ni los quiero, ojo. Ansío la paz, y la estoy consiguiendo, pese a quien pese, dentro de mi locura, de mi controlada locura. Gracias M. A. Me das esa paz que merezco. 

Verónica E R 


domingo, 20 de abril de 2014

Marionetas en el armario RE POST

Marionetas en el armario

¿Han escuchado alguna vez la frase “cuidado con lo que deseas, pudiera hacerse realidad”?
                            ……

A Leila nadie la entiende. Se encierra en la despensa, rodeada de manjares exquisitos, pero dañinos para su salud. Allí cree ser feliz  a ratos. Al menos nadie la llama vaga o consentida. Allí está a solas con sus tentaciones. A solas con los flacos valores que le quedan.
Mira por la cerradura. “No hay moros en la costa. ¡Allá voy,  a por el mundo!. Hoy va a ser el día que rompa mi cascarón de huevo y salga a la luz. Hoy calzaré mis pies con botas de andar, y mi vulnerabilidad con casco de acero. 

“Mamá, necesito hablar contigo. Quiero contarles a los otros que sufro un trastorno mental. Sé que tú me apoyarás, porque soy tu hija y me quieres”

-          “Las cosas no son tan fáciles hija mía. Creo que el mundo no está preparado para aceptar que te cortas para llamar la atención, que no tienes ilusiones en la vida porque aún no maduraste y que eres tan terriblemente cobarde como para querer quitarte la vida. Hija mía, yo te comprendo y te amo más que a mí misma. Pero, ¿para qué enseñar los trapos sucios? Ven, dame un abrazo…”

Leila se quedó en un estado entre incredulidad y rabia. Obviamente, ni su propia madre sabía qué había detrás de esos intentos de suicidio. No sabía de la desesperación, de la culpa, de la voluntad desaparecida por tantos años de impotencia. Ni idea tenía su madre de que cuando se lesionaba el brazo sentía alivio, quemaba parte del dolor interno. Ni idea de la existencia de la mano que sujetaba las cuerdas, cual marioneta. No era ella, y sí lo era. Había una verdad oculta en todo aquello Pero, si su madre la juzgaba, ¿quién no lo haría?

“Bah, me quedo en mi despensa, me comeré y beberé el mundo a mi modo. Es imposible salir de aquí.

                                             …….

Nos quejamos del estigma, de los juicios, de la incomprensión... Pero preferimos encerrarnos en nuestro armario como la avestruz esconde su cabeza. ¿De veras nos compensa? 

Verónica E.

sábado, 19 de abril de 2014

Sub-especie sin cabeza RE POST

Sub-especie sin cabeza

Me dais asco, sois una sub-especie humana. Cueste lo que cueste, nosotros seguiremos adelante con nuestras perfectas vidas. Pisaremos con fuerza si hace falta sobre vuestros corazones cobardes para que terminen de desangrarse, nadaremos entre vuestras ridículas lágrimas de cocodrilo porque no sois más que escoria humana, renglones torcidos que dijo Luca de Tena en su obra maestra. Sois basura, y no llegaréis nunca a nada. Cortaremos vuestras mugrientas cabezas podridas de ideas suicidas. ¿Demasiado humanos? Si ya…No me hagáis reír…Humano es aquel que ignora al prójimo como hago yo. Que va a la iglesia y le reza a la cerámica, como hago yo. Humano es aquel que se aprovecha del ser débil, humano o no. Humano es aquel que miente, que roba, aquel que mata, hiere y tortura y no se arrepiente. Humano soy yo, y cortaré tu cabeza porque me produce ardor. Lo digo, lo cuento, lo narro sin pudor porque puedo y quiero como portavoz que soy de los “sanos capaces”, los que te juzgan a ti, enfermo asqueroso; los que te hacen sentir inferior, los que te miran con repulsión por estar “tatuado” con tinta o cicatriz, o por tener gustos opuestos a los de la mayoría siempre sabia. Somos los que se ponen las manos en la cabeza porque te duele vivir y no sabes por qué. ¿Qué te pasa, chico? ¡Sé feliz ya…! Los humanos sí que sabemos vivir.

                                              ……..

Como “sub-especie” salida del armario, me he sentido infinidad de veces como planteo arriba. Me han cortado la cabeza, jugado al fútbol con ella, tirado un penalti, y me la he grapado para ver a los “humanos” ser felices a su manera. Es entretenido… Gracias a Dios (al cielo, a la madre naturaleza o a quien quiera que sea…) cada vez hay menos de estos seres despreciables que intentan hacer sentir a los débiles aún más débiles A PROPÓSITO. Pero por desgracia tenemos aún muchas pero que muchas barreras sociales, mucho estigma y muchas etiquetas que superar. Ayúdenos  a sobrellevarlas,os suplico. Hagan llegar al mundo este mensaje: no somos una sub-especie.


Verónica E. 

martes, 15 de abril de 2014

EL INGRESO 3 – Laberintos

EL INGRESO 3 – Laberintos

Se llevan mi bandeja de la cena tal y como me la trajeron. Han sido mis primeras veinticuatro horas allí dentro y aún no he comido nada.

Aún no puedo asimilar lo ocurrido. Aún no relaciono este lugar a una unidad de salud mental, un purgatorio quizá sí. Nadie me va ayudar aquí, pues me quieren hacer reaccionar. ¿Esperan a que sane, o que enloquezca de verdad para poder así tomar medidas más drásticas?

No puede ser efectivo disponer de tanto tiempo para dar rienda suelta a las posesas que viven dentro de mí, pero que no hablan, si no que cavilan silenciosa y cruelmente para despellejarme a cada segundo la piel de mis sentidos.

¿De quién fue la radiante idea de abandonarme  literalmente entre rejas? Ya no estoy tan segura de que sea sólo Mario el partícipe de toda esta función. Están todos ellos metidos hasta el cuello, hermanos, hermanas, padre, madre, amigos, todos en el ajo.

No. Imposible. Tan importante no soy…

Gran parte de mi estancia en este hotel de locos me la pasaré sentada en esta cama mecánica frente a la ventana, mirando la carretera del Sur que lleva en obras casi desde que tengo uso de razón. Es ridículo. Cómo se puede tardar tanto en arreglar una calle. Veo coches. Coches van y vienen despacio, y yo me imagino dentro de ellos. Me imagino ser otra persona, sentada en un asiento de otra vida que no corresponde a ningún pasadizo húmedo entre el aquí y el más allá, fuera de este laberinto.

Me he vuelto a perder en mí misma. “Sal de tu mente y entra en la vida”, suele decir Inmaculada, mi psicóloga. ¿Será ella también parte del plan? Es una pena, yo la creía de mi parte. A estas alturas no se puede fiar una de nadie. Todos pueden ser parte del plan de venganza divino. O humano...

Observando, contando, describiendo los coches que pasan por la dichosa calle en construcción recuerdo cómo trascurre la mañana. Tuve el inmenso placer de la visita del médico estrella que va a llevar mi caso. Soy una chica con suerte, eso es cierto. Vino después de que me quitaran las cadenas y me sacaran del calabozo. Me trasladaron a la que sería mi jaula  durante los próximos días. Vino y echó fuera a la fiera de piel morena que me había acompañado en silencio durante el desayuno desde su cama deshecha, con el pelo revuelto y la boca llena de pan integral.

-Sal un momento.- Le dijo. Luisa, con cara de pocos a amigos, lo miró de reojo y salió a regañadientes.

-Hola Julia. Soy el Dr. González. Vengo a hacerte algunas preguntas.- Siguió hablando pero no pude tomarme en serio a aquel esperpento humano.

-¿En serio eres tú mi médico?. Lo que me faltaba por ver…-.  

Mi tono era violento y sarcástico. Cien por cien Borderline. Aunque la situación no merecía menos, aquel psiquiatra era un friki. Usaba gafas de patilla ancha, pelo negro ondulado, despeinado, lo suficientemente largo para que le cubriera la frente que seguramente tendría cubierta de granos. Y muy muy joven, casi podía ser mi hijo.

- ¿Pero qué es esto? ¿Qué edad tienes tú? Te manda Mario, ¿no?.-

Llegaba a sentir pena por el joven muchacho a ratos, cuando encontraba algún atisbo de luz en el embrollo de mis pensamientos, claro. Pero pronto se esfumaban los escombros de bondad que me quedaban y me volvía a sumergir en la maldad absoluta del sarcasmo sin humor. ¡Qué me importaba…! Estaba perdida, encerrada con llave, con fecha de caducidad. No había nada ni nadie que fuera capaz de removerme las entrañas, que me hiciera entender que estaba siendo manipulada por mi mente, mi enfermedad, por la ignorancia.

En ese momento sólo quería ver coches pasar, ser otra persona, morir y resucitar. Nacer pero no vivir. No quería caminar por los pasadizos de mi mente caprichosa sin luz, tambaleándome de una pared a otra. No, estaba cansada de luchar. Pero ahí me encontraba,  y sola. ¿Qué hacer cuando lo que sientes te consume? Negar y evitar. Odiar y lesionar. Juzgar y criticar. ¿Qué si no? ¿Cómo explicas a alguien que no te quieres morir cuando tienes las muñecas abiertas? ¿Qué haces pues cuando te tachan de ingrata, caprichosa, desagradecida? ¿Cómo explicas que es un error, un impulso, no es locura, es pasión llevada a un nivel demasiado alto? ¿Hay necesidad de explicar en primer lugar? 

Vuelvo a ver la luz en este túnel, vuelvo a querer estar viva por un momento… esto es un tormento. Una miserable y triste montaña rusa que dura demasiado tiempo.

Oscuridad de nuevo. Quijada tirante, odio. Mirada perdida. “No tengo a nadie, si no me entienden, se pueden ir al infierno. Bienvenido, auto sabotaje, ponte cómodo. Estarás aquí un buen tiempo.”

Pronto abrí los ojos y percibí a mi alrededor un mundo paralelo mucho más horrible que el mío propio. Laberintos muchos más complejos y estrechos que el que me había tocado vivir a mí. Pronto salí de mi habitación y conocí diferentes historias.




                                                                         

martes, 8 de abril de 2014

EL INGRESO 2

                                   
       EL INGRESO 2 

- No te muevas. Esto va a  doler un poco-. La aguja de la anestesia entra en mi piel a cámara lenta. Primero una muñeca, luego la otra. A decir verdad, todo gira en torno a mí muy despacio. Todos caminan despacio, se mueven y hablan despacio… sus batas blancas, azules o verdes mar ondean despacio con cada paso que dan. Es una sensación paradójicamente mareante.

Mario está sentado a mi izquierda, tranquilo. Él siempre parece estar tranquilo en estas situaciones. Y cuanto más sereno está él, más me saca de mis casillas, aunque reconozco que de no ser él así, quién sabe dónde estaríamos ahora.

Coge mi cara y la gira hacia  la izquierda, forzándome suavemente a mirarlo a él. -Ven. No mires-.

Pero me dejo llevar por la emoción, vuelvo el rostro y miro. Veo a un enfermero con una grapadora descomunal, o al menos eso me parece a mí en ese momento. Sonrío para mis adentros imaginándome que estoy siendo reconstruida por el Doctor Frankenstein en su laboratorio. Mientras otro hombre se esfuerza en juntar los dos extremos de la herida sin ningún tipo de esmero, el portador de la particular pistola me dispara diez grapas en un brazo y tres en otro.

Emocional: “Los hijos de perra, están disfrutando con mi sufrimiento. Seguramente también piensan que soy una desgraciada egoísta que no quería más que llamar la atención.” Miro a Mario. “¿Se está riendo?”.

Racional:No, te está sonriendo, dándote ánimos para que no te sientas sola, para que no sientas el dolor de la carnicería que te están haciendo en las muñecas.”

Emocional: “Lo dudo. Míralo, también él está disfrutando viéndome sufrir. Su plan está siendo llevando a cabo a la perfección. Y soy yo la enferma, hay que joderse...”

Me pintan la frente de amarillo con un algodón y me pegan unas pegatinas alargadas blancas. Ahora sí parezco un monstruo poco elegante.

-Pronto te verá el psiquiatra de guardia. El celador te acompañará a la consulta.-Me dice de espaldas mientras se quita los guantes de látex uno de los hombres a los que le debo la obra de arte recién terminada.

Emocional: “Oh no. No, no, no. Ni hablar. Me han curado, pues me voy. Me prometió que esto sería todo. Me ha mentido. Otra vez me ha mentido.

Cual remolino de polvo que levanta un vendaval, mis pensamientos irracionales crecen en cuestión de milésimas de segundos. Mi ira se desata y estalla. Esta vez no me escondo, no la escondo. Esta vez exteriorizo mi irracionalidad creciente.

-Me dijiste que vendríamos a curarme, y nos iríamos. Lo dijiste. Lo prometiste. Eres un mierda, vuelves a incumplir tu palabra. ¿O es que has hablado con algunas de tus amiguitas enfermeras? Ah, seguro que es eso… ya pusiste en marcha tu plan, ¿no?. Me quieres muerta ¿verdad?.  
-     No, Julia. No, conozco a nadie en urgencias. No he hablado con nadie.
- ¡Aja! Tú mismo me estás dando la razón. No desmientes que no quieres verme muerta. A mí no me engañas. Soy bruja. 
   -    Vamos a esperar a que te vea el psiquiatra y después hablamos de lo que quieras.                                                                                        -      Otra vez desviando el tema, tratándome como tonta, o como una loca. ¡NO ESTOY LOCA!

Tengo tanta furia dentro, que podría romper cristales con la mirada. Su cara me produce nauseas.

Racional:Para. Cierra los ojos y respira hondo. Uno, dos, tres…. Cálmate, Julia. El pobre intenta ayudarte, pero ni sabe cómo ni le dejas espacio con tu ira.”

-Tienes razón. Está bien, veré al psiquiatra, pero me va a oír. (Ya estamos… la emocional de nuevo se apodera) porque te odio. Te odio tanto que te escupiría. - Se vuelve - ¡No me vuelvas la cara, estúpido! – En este momento me imagino mis ojos rojos endemoniados y dientes incluso afilados.-Todo esto es culpa tuya, estoy aquí porque me dejaste caer tú. No te importo una puta mierda. Es por ti que no soy nadie, es por ti que voy a morir. ¿Contento? Tú ganas, ¡TÚ GANAS!

La consulta donde nos han hecho esperar al medicucho de turno se hace más pequeña. Me asfixio. Sólo hay una ventana muy pequeña y muy alta, me falta el aire. Aire, aire, aire… Dios, el corazón parece salirse del pecho, no aguanto esta presión.

Va llegando, lo noto, y de repente llega. No existe el control, no veo ni pienso nada. No siento dolor físico en las manos, sólo siento adrenalina y calambres en los dedos de las manos y en los pies. Soy un animal salvaje, indomable, echando babas por la boca y con los ojos desencajados del cólera. Casi me imagino ahora con el pelo sucio, enredado y semi desnuda. Así me veo desde fuera, avergonzada, cuando empiezo a destrozarlo todo. Camilla al suelo, papelera rodando, silla volando por los aires, el armario no cede… -¡MIERDA! ¡PUTO ARMARIO! Noto manos alrededor de mi cuerpo, no puedo moverme. -¡Dejadme hijas de puta! ¡Que tengo grapas! ¡Dejadme!-. Veo a una de las mujeres con algo en la mano-. ¡No! – Grito aterrorizada. -¿Qué haces? No me pinches… Perdón, perdón, perdón…Por favor, por favor, por favor…

El forcejeo entre las enfermeras y yo parece durar una eternidad. No sé cómo lo logré, teniendo en cuenta mi lesión, pero entre mis turbios recuerdos del bochornoso evento encuentro batas desgarradas a tirones. La particular y triste lucha termina cuando noto la tercera agua de la noche en mi carne. Me rindo y me siento en el suelo con un trozo de tela azul en la mano. Lloro como una niña pequeña que se ha perdido en un supermercado: incrédula, asustada, sola. .-¡Mamá! ¡Dónde estás, mami! No puede ser… no puede ser… No me dejes aquí, mamá. Ven a por mí, por favor.-



Cuando me despierto, estoy tumbada boca arriba en una camilla. El techo es azul claro. Me duele la cabeza, noto que mis ojos han estado cerrados bastante tiempo y mis tobillos se sienten pesados. Levanto la cabeza con esfuerzo. Todo me da vueltas. No me puedo creer lo que veo: me han atado. 



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